San Félix

Una de las temáticas que está acompañando nuestra Dirección de Articulación con la Sociedad Civil del Ministerio de Educación de la Nación, es la de las comunidades afrodescendientes y afroargentinas, y, también, de los africanos que han llegado a nuestro país en los últimos tiempos como migrantes.

Si bien la presencia de lo “afro” es muy fuerte en muchas provincias de nuestro país, habíamos tenido información de que en la provincia de Santiago del Estero, un grupo de militantes de esta causa había avanzado hasta presentar a las autoridades del ministerio de educación provincial, diferentes propuestas para trabajar la temática en los contenidos curriculares de la provincia.

Esto no sucedió por una casualidad… El motivo de esta militancia en la temática, tenía que ver con un fuerte reconocimiento y reafirmación de la conciencia afrodescendiente por parte de aquel grupo de militantes acompañados por algunos funcionarios del mismo ministerio provincial.

También nos enteramos que, en el departamento Jiménez, de Santiago del Estero, una serie de poblaciones estaban reivindicando su historia y raíces descendientes de los negros esclavizados que habían llegado a estas tierras con el movimiento comercial esclavista del que nuestro territorio no fue ajeno.

Todo esto hizo que pensáramos que sería importante conocer todas estas realidades “in situ” como para poder entender mejor la dinámica que se estaba verificando.

El «Come Ancas», centro cultural en la zona.

De esta visita, intenta dar cuenta este informe.

Argentina, allá por el 1700, era bastante diferente a lo que hoy conocemos. Para empezar, no se llamaba ni se reconocía de esta manera: era el Virreinato del Río de la Plata, los confines más empobrecidos de la conquista española.

El centro de esta conquista estaba en México y en Perú. Allá había oro y plata, minerales que atraían a los conquistadores y justificaban sus aventuras explotadoras.

El corredor de territorio, que iba desde Buenos Aires a Lima, y que reunía a lo que hoy es nuestro NOA, era un camino por el que iban y venían mercancías, personas, carretas, animales,  productos diversos e informaciones varias… El “camino real” como se llamaba entonces, verdadero canal seco de comunicación y transporte.

 Por allí viajaron, por ejemplo, las carretas que llevaban a la Virgen de Luján… Por ahí marcharon los ejércitos conquistadores y, luego, los libertadores. Por allí transitaron, hasta el Arzobispado del Tucumán, mayor “importador”, miles  y miles de esclavizados negros arrancados del Africa. 

La historia dice, combinando documentos con relatos orales, que una familia de poderosos hacendados españoles-criollos (Frías – Paz ?) tenían una propiedad que llamaban “Uturungo” de más de 50.000 hectáreas de tierras entre Tucumán y Santiago del Estero. Encariñados de una esclava que había criado y cuidado muy cariñosamente a los hijos del matrimonio, le regalaron a ellal y a su esposo una importante cantidad de hectáreas, al tiempo que les concedieron la libertad junto a otros compañeros y compañeras que estaban en su misma situación.

Fue así como esas tierras quedaron en manos de Felipa Irdaraim y Rosario Guerra y de otros varios esclavizados libertos en la zona que más o menos ocupan hoy varios pueblos de este agrupamiento en el departamento Jiménez. Comunidades enteras habitadas por negros y negras libertos, y sus hijos e hijas.

Cuando comienzan las guerras de la independencia, toda esta precaria organización social entra en una gran inestabilidad. Los negros que vivían por ahí son convocados por San Martín y Belgrano para sumarse a sus ejércitos. A cambio, se les prometía la libertad a los que aún estaban esclavizados y, además y sobre todo, territorio.

Es así que, cuando terminan las batallas, a los “capitanes” o jefes negros y negras se les otorgan tierras y, a sus comunidades, se las nombra con el “santo” patrono del nombre del jefe al que se le concedía el territorio.

La mamá de Eleuterio Mellián, de 94 años

En el caso de San Félix, el beneficiado fue el capitán Don Félix de Alderete. Un mestizo hijo de una madre negra y de un padre criollo que luchó junto a Belgrano.

Desde entonces, estos pueblos (San Félix, San Andrés, San Ramón, San Salvador, etc…) todos cercanos y en un eje del camino real, estuvieron habitados por negros y negras liberados, pero por supuesto muy pobres, tratando de luchar y sobrevivir en condiciones de mucha escasez y precariedad. Desde entonces…. Y hasta no hace mucho tiempo.

En la zona aún no hay electricidad por línea, aunque escuelas y algunos pobladores tienen generadores que funcionan a nafta, lo que hace muy costoso el servicio. Algo así sucede con la provisión de agua potable. Las perforaciones necesitan de electricidad para bombear…

Ni estas condiciones de vida, ni esta historia marcada por los negros,  por supuesto, son privativas de estas poblaciones en Santiago del Estero y otras provincias de nuestro norte.  Pero lo que sí es bastante propio y singular es el reconocimiento de la misma y el hablar con mucha naturalidad de los antepasados negros, africanos y esclavizados liberados… de 3, 4 y hasta 6 generaciones. De hecho, en el último censo, fue San Félix el único pueblo que reconoció, unánimemente, sus antepasados esclavizados libertos.

Los rasgos negros son comunes de advertir entre sus habitantes. Pero también, la presencia de rasgos indígenas y de ese ensamble cultural tan rico y profundo que está por donde se lo busque.

En lo personal, muchas veces visité Santiago del Estero. Es la primera vez que viajo a San Félix. Sin embargo, siempre tuve la conciencia de la presencia viva de aquellos esclavizados arrancados brutalmente del corazón del continente africano y traídos aquí tratándolos peor que a animales.

La diferencia entre San Félix y muchos otros lugares de la provincia y de nuestro país, es la conciencia de esta historia, llena de anécdotas, mitos, leyendas y heroísmos.

Mural pintado en la escuela «David Mellián»

Un dato más que no quiero dejar de mencionar es que, desde estos pueblos, viajó un joven a mi ciudad de Mar del Plata para alistarse como Submarinista del Ara San Juan. David Mellián hoy es uno de los 44 héroes que custodian eternamente nuestros mares del sur. Una vez más y en nuestros tiempos, como hace varios siglos atrás, un negro joven entregó su vida por la patria. Visité su hogar, saludé a sus padres y compartí unas ricas empanadas amasadas por sus manos y horneadas en el horno de barro del patio de su casa.  Y también conocí la escuela que, frente de su casa, hoy lleva orgullosa su nombre.

Como funcionario del ministerio de educación de este gobierno, no llegué a San Félix para hacer una excursión antropológica sino a intentar mejorar condiciones de justicia educativa y garantizar el derecho a la educación de estas comunidades.

Tenemos grandes deudas históricas con estos pueblos y con su gente. Me alegró poder conversar con el Vicegobernador Carlos Silva Neder, sobre estos temas. Lo mismo con el Subsecretario de Educación de la Provincia, Alejandro Piccoli.

Estudiar no es fácil para estos jóvenes. Hay que resolver aún problemas estructurales básicos. Se está trabajando para garantizar la conectividad en todas estas comunidades para finales de 2022. Hay que poder resolver los problemas que hacen que no se puedan inscribir en el programa Progresar. Ir a una oficina de ANSES para regularizar un número de CUIL, que para los que vivimos en las ciudades es nada más que un trámite algo molesto, se transforma casi en una epopeya mirada desde esas comunidades.

Reunión con un grupo de jóvenes de la comunidad de San Félix para explicarles cómo inscribirse en las Becas Progresar.


Y también, debemos explorar la manera de que las comunidades afroargentinas sean consideradas como un grupo prioritario para los distintos programas sociales, tal como sucede hoy con los miembros de las comunidades indígenas. Eso implica encontrar caminos para el reconocimiento y validación de esta autopercepción.

La comunidad de San Félix  tiene otros pendientes: resolver la cuestión de la propiedad de sus tierras, para evitar que otros vengan a quedarse con las mismas, pensar cuestiones organizativas que permitan definir un perfil de desarrollo local definido y construido por la comunidad y sostenido y apoyado por los proyectos educativos en marcha.

Es clave, para todo esto, trabajar con los jóvenes en la formación y definición de estas perspectivas, dándole el lugar de protagonistas de estas luchas y procesos. El camino, como siempre, es fortalecer la organización comunitaria y popular. A través de liderazgos locales y con una identidad propia.

 Una vez más, reafirmo mi convicción de que la Educación Popular es la herramienta fundamental para poder alcanzar estas metas. Para estos pueblos “calidad de la educación” debe ser sinónimo de formación para la organización comunitaria: un contenido que pocas veces y en la práctica se transforma en un “NAP” (núcleo de aprendizaje prioritario).

En todo esto, la identidad “negra” puede ser un potente motor aglutinador y un motivo de búsqueda de reconocimiento y reparación que como sociedad le debemos a todos estos hermanos y hermanas nuestras, a quienes les hemos negado dignidad y recursos por siglos.

Horno de Barro de la Escuela de San Félix

En las tortillas santiagueñas -de San Félix pero también del Gran Buenos Aires-  se siente la textura de las manos de las mujeres negras esclavizadas. Las guitarras y los bombos que se abrazan en las chacareras santiagueñas, traen el clamor de los siglos hasta nuestros días. En el retumbe del legüero, todavía hoy se puede escuchar el latido de los corazones de negros y negras de la patria. Hagan la prueba.

Esos son los latidos que construyeron ese sentimiento de rebeldía y libertad que tiene nuestro pueblo hasta hoy. Sentimiento que reclama, también por ellas y ellos, MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA. Sentimiento que aflora en los levantamientos populares de diciembre del 2001, de los que he estamos conmemorando ahora 20 años. 

Finalmente, quiero agradecer a todos los compañeros y compañeras que me recibieron, me acompañaron, me enseñaron, me aconsejaron y me brindaron su cariño y amistad. Quedan por siempre en mi corazón. Ojalá podamos contribuir efectivamente con el presente y el futuro de estas comunidades.